Muchas corrientes esotéricas han buscado y aún buscan esos principios que mueven el mundo pero que en la mayoría de los casos pasan desapercibidos para la mayoría de los mortales. De igual forma que un golfista tras estudiar sus movimientos descubre que rotando ligeramente el antebrazo elimina la posibilidad de hook, ciertas personas tienen la capacidad para utilizar algunas leyes vitales para mejorar sus existencias.
Uno de estos posibles principios podría ser ese que reza algo así como "el que nada quiere, todo lo tiene". Es una de las bases del Tao Te King. Puede interpretarse de dos formas: la primera por la que ante la ausencia de deseo conseguimos conformarnos, algo así como que la clave de la felicidad es... bajas expectativas, la segunda, por el contrario, la más esotérica, por la que al renunciar al deseo el mundo nos premia casi de forma mágica con lo que precisamente deseamos. Y sobre este segundo punto queríamos incidir.
Decía Frank Sinatra que para tener éxito en el trabajo, se tenía que percibir que no lo necesitabas. En Glengarry Glen Ross, el buen vendedor era el que no vendía, casi el que te hacía un favor tratando contigo, no el que estaba desesperado dejándose la piel. Es como si los clientes premiaran al exitoso, independientemente del producto. En este punto, algún antropólogo diría que es una función lógica: el exitoso ha podido crecer hasta conseguir tener mejor producto. Groucho, en una de sus magníficas frases, comentaba que "no le gustaría entrar en un club que le admitiera como socio". Se puede simular la falta de interés, pero la mejor simulación es creerlo uno mismo.
En el mundo de los mercados este principio es apreciable en el siguiente experimento. Un trader inteligente descubre un método mediante observación que le permite tener una operativa sobre futuros con esperanza positiva. Lo pone en marcha en la realidad pero con posiciones de solo 10 euros y consigue ganar dinero durante 1 año. Convierte los 10 euros en 500 euros. Entonces piensa que el siguiente año lo va a ejecutar con 10.000 euros por posición, para así ganar medio millón de euros. Lo probable, sin embargo, es que pierda todo su capital. El motivo es que en el primer caso ni tenía miedo ni avaricia, le daba igual esa cantidad de dinero tan baja, no deseaba el fruto monetario y solo se centraba en la metodología. En el segundo caso, empero, está centrado en el fruto, en el medio millón y se pierde el premio de esta ley invisible.