Las empresas no quiebran porque su negocio no tenga futuro, ni siquiera porque no tenga presente, sino por una inadecuada gestión de su cashflow.
Extrapolando esta circunstancia a los particulares, observamos que algunas personas han sobrepasado un adecuado nivel de seguridad, de tal forma que, ante cualquier vaivén del destino, quebrarían inmediatamente. Por ejemplo, profesionales con alto poder adquisitivo que optan por tener una vivienda espectacular, aunque ello implique una gran hipoteca, de tal forma que si no pudieran pagarla... ¿No sería mejor separar el placer de la vivienda habitual de la inversión? Se podría tener rentas de varios pisos menores y, sin embargo, vivir uno mismo de alquiler alto standing. Desde un punto de vista financiero es muy rentable, pero fundamentalemnte es una práctica aconsejable debido a la drástica disminución del riesgo.
Deuda buena es, por tanto, la que nos genera cashflow o rentas, esto es, por ejemplo, que la hipoteca sea menor que el alquiler que recibimos. Por ende, deuda mala es la que, además de añadir riesgo a nuestra posición, nos cuesta dinero mes a mes.