28.5.12

El orgullo de la Sanidad

Ya saben nuestros lectores que no somos muy intervencionistas. Creemos que la excesiva regulación (y casi la regulación) termina frenando el sistema, por lo que, en global, es negativa. Los políticos (confúndanse ya perfectamente con los legisladores) no son capaces de regular correctamente y, o matan moscas a cañonazos o intentan poner puertas al campo o apuntan a otro sitio. Las consecuencias son nefastas. Sin embargo, tenemos una excepción a nuestra postura austríaca: la sanidad. ¿Cómo se argumenta esto? Sencillo: porque el precio de la salud/vida puede llegar a ser infinito y se sale de los parámetros de oferta y demanda habituales.

Pero es que, además, el modelo que tenemos en España es muy eficiente. Ya sabemos que lo puede ser más, y por eso hay que luchar: ese es el motivo del presente artículo. España tiene una sanidad pública que se encuentra entra las mejores del mundo. De los países de tamaño medio o grande, se encuentra la 4 del mundo por detrás de Francia, Italia y Singapore, según algunos listados, para otros en el puesto 8, dentro del G8 sanitario. En cambio, su coste se encuentra por debajo de la media de países de la OECD (echen un vistazo a Health Care at Glance 2011) en el puesto 19, muy por debaja de Austria, Canadá, Holanda, Alemania, Francia, Bélgica y, por supuesto, EE.UU. Por una vez, los ratios no son favorables... (Compárenlos con el informe PISA de educación, cada vez más gasto y peores resultados.)

Todo es susceptible de mejorar y para ello se necesita conocer exactamente los costes de los servicios por ciudadano, por franja de edad, por tipología de enfermedad, etc... Con estos datos, habría que cambiar el modelo de financiación. Por un lado separar completamente salud de pensiones y desempleo. Algunos de nosotros pensamos que se puede llegar a conseguir un modelo de capitalización en las pensiones y romper el esquema Ponzi presente (extraordinario el trabajo de Huerta de Soto para el difícil proceso de transición), es decir, que las pensiones que recibamos vengan de nuestro ahorro, no del pago de los contribuyentes que estén trabajando en el momento de nuestro jubilación. Se puede ofrecer la posibilidad de pagar la sanidad pública o privada en el exitoso modelo de Muface, acercándonos a un modelo de tasa (lógicamente dentro de un contexto de fortísima disminución de los impuestos generales sobre la renta). Por otro lado, mejorar los convenios para realizar más eficiente el turismo sanitario. Si hay demanda, quizá sea hasta positivo poder vender esos servicios en la medida que no altere los usos habituales de los residentes.

El gasto farmacéutico en los funcionarios que pagaban un porcentaje de medicamentos trabajando, cuando se jubilaban, se mantenía constante. Sin embargo, en el resto de trabajadores, cuando se jubilaban y pasaba a ser gratis, se incrementaba brutalmente. Es lógico que haya un pago de un porcentaje en todos los casos. También que haya un copago por consulta, algo simbólico, menor, pero que, de alguna forma, filtre. Estas normas tienen que ser sencillas y no depender de IRPFs (¿queremos un estado pequeño o lleno de burócratas?).

La sanidad española siempre ha sido un orgullo. Esperemos que la dejen seguir siendo.