Quizá Japón ha protagonizado la más grande burbuja jamás vista. Tuvo su máximo a finales de año de 1989. Como es bien sabido, en esos momentos, el jardín imperial llegó a valer más que todo el estado de California. Tras el estallido, Japón vivió caídas de precio internas del 1% anual en un principio que luego llegaron al 4% anual. Para salir del paso, tiraron de Keynes y se embarcaron en un gran programa de obra pública que lo único que ocasionó fue que su deuda pública supere el 200% de su PIB.
Hasta ahora, esta deuda ha sido comprada con el ahorro de los japoneses (en un 94%), sin embargo, como ya advertíamos hace unos meses en Yen: aspectos fundamentales para el medio plazo, su estructura demográfica, marcada por un fuerte envejecimiento poblacional, y la actual ausencia de ahorro va a dificultar muchísimo que Japón siga comprando su propia deuda. Tendrá que recurrir a los mercados internacionales. Estos no estarán dispuestos a recibir un nimio tipo de interés por un bono a 10 años con fuerte riesgo, por lo que el Banco Central de Japón tendrá que subir tipos.
Problema irresoluble: por la subida de 100 puntos básicos o un 1% sus tipos de interés, el gobierno japonés pierde nada menos que el 10% de su recaudación total de impuestos. Esto explica por qué Japón está razonablemente cómodo con deflación (no pueden salir de ahí generando inflación, quizá esto explique la fortaleza del yen).
¿Qué soluciones hay? Realmente ninguna es buena. Probablemente subirá tipos, subirá impuestos, paralizará todo gasto gubernamental y, para evitar dejar entrar al país en una recesión, "imprimirá" moneda simultáneamente. Las consecuencias serán desastrosas para los bonos y el yen (que se marchará al averno). El único interrogante es cuándo va a ocurrir esto: en unos meses, un año, quizás 2...
25/3/2011