4.11.15

Gastos primero, luego impuestos

No tiene mucho sentido hablar de impuestos sin tener en cuenta los gastos, de hecho, primero se debiera comenzar por calcular los gastos y luego los impuestos.

La primera aproximación, y esto a veces lo olvidamos, es que, una vez determinados los gastos comunes como defensa, justicia..., se abonase esta cantidad dividiéndola por el número de ciudadanos de forma alícuota. Por ejemplo, para pagar la Sanidad Pública cada persona tendría que apoquinar 133 euros mensuales en impuestos. En principio, esto es lo más lógico. Es lo que hacemos cuando vamos de viaje con nuestros amigos: se paga "a escote" y nadie tiene en cuenta si uno de los amigos es más rico o no.

La segunda aproximación proviene de los impuestos indirectos. Se oye en ocasiones que los impuestos indirectos "no son justos porque todos pagamos igual". Esto, lógicamente, es absolutamente falso. Los impuestos sirven para pagar unos gastos y el hecho de relacionarlos con el consumo es meramente recaudatorio. Lo justo, en principio, podría ser pagar o cada uno por sus gastos o alicuotamente por los gastos comunes. A partir de ahí, empiezan a surgir desigualdades al reembolsar unos más que otros. Por ejemplo, el que posee más dinero, es más susceptible de incrementar su consumo, pagar más IVA o impuesto análogo, y, habitualmente, usar menos servicios públicos. Es decir: el que más tiene (consume), más paga.

Hasta aquí, podríamos considerar la situación aceptable desde un punto de vista social. Pero llegamos a la tercera aproximación: el impuesto sobre la renta. Recuerden que suben los impuestos sobre el tabaco para que la gente deje de fumar, suben los impuestos sobre el trabajo para que... El hecho de que una persona reciba unas rentas y sobre esas se le detraiga forzosamente un dinero es un acto de gran generosidad obligada. Ante esta usurpación, el pagador bien debiera asegurarse de que su dinero es absolutamente necesario para el mantenimiento social (¿?¿?¿?). Todo esto suponiendo que el tipo impositivo de la renta sea fijo. Recordemos que ya con un tipo fijo, el que más gana, más paga. Sin embargo, además, la mayoría de los Estados para financiar su expansión, añaden sobretipos a un posible tipo fijo -cuarta aproximación-, creando un rozamiento muy fuerte a la creación de riqueza: cuantas más rentas se reciben, más alto es el tipo marginal y doblemente se paga más.

La situación en estos momentos es terrible en la mayoría de los países, no solo en España. Un empresario que crea riqueza paga por su compañía el impuesto de sociedades, sobre su dividendo o sueldo (ya ha pagado en sociedades por esto) el impuesto sobre la renta y, con lo que quede para su consumo, adicionalmente valor añadido. Por supuesto, su trabajo en un porcentaje altísimo va simplemente a pagar impuestos que, irónicamente, pueden servir para financiar leyes de emprendedores...

Lo triste es que aún no hemos terminado. Habiendo ya reembolsado nuestros impuestos por todo, además se suele intentar que, como quinta aproximación, se pague por tener. El impuesto de patrimonio, concepto por el que se recauda poco, genera un efecto repelente hacia el país, casi de forma inmediata. Pero la desesperación es muy mala.

¿Saben por qué las provincias limítrofes admitieron tan de buen grado a los bárbaros en el declive del imperio romano? Porque con los bárbaros había libre comercio y se ahorraban los impuestos de Roma.